A mí también me carcomen los sueños de encontrarnos felices. O al menos entre un poquito de alegría y buen sexo. Y ya sé que te aburriste de compartir tostaditas con queso conmigo porque ahora, en el medio de los mates, discutimos por cualquier gruñido. Nos encontramos, pero no felices.
En el medio del camino, nos olvidamos de ponerle azúcar al té. Te olvidaste tu saco de ganas de mí. Se perdió la primer poesía que te escribí. Se nos cayó al suelo la comida recién hecha con amor. O desamor. Armamos un porrito con el lillo al revés. Se rompió la mesita del living. Nos caímos de otra silla, pero esta vez no nos dimos un beso en el suelo ni nos reímos. Se nos disolvió algo en las manos y las últimas peleas fueron producto de la desesperación de que aquello se resquebraje frente a nuestros ojos.
Lo peor de las fisuras es que no son lindas. No son como esa tacita de té que se le rompe a Bella y La Bestia la guarda con todo el amor del mundo. No podemos juntar los cachitos de vidrio del suelo, porque duele. Sangra a borbotones. Y entre nosotros solo queda una simbiosis de dos partes dolor y tres nolstagia de un amor que nunca llegó a ser.
Te veo los ojos. Los ojos que te da miedo que te mire. El abdomen que te pone rojo cuando le hago cumplidos. Las muecas con la boca. Tenés ojos infinitos, ¿ya te dije? Te veo. Y hasta acá llegaste. Hasta acá llegamos.
Te quise,
yo.